Nota Editorial del Mes de Julio
Hoy es distinto al ayer, pero quizás no tanto, cambian los escenarios, las circunstancias, las personas, pero el género humano, padece siempre del mismo problema: la falta de equidad, de igualdad, de empatía ante la necesidad ajena, de la mala distribución de la riqueza, y en consecuencia, las personas, en su mayoría viven en un estado de “infelicidad”, porque el mundo, y sus gobernantes no los satisfacen y no brinda a todos las mismas posibilidades.
La tecnología, la globalización, y todo el avance del que gozamos, no alcanza para que la especie humana tenga igualdad y equidad. Lo vivimos en el presente ante la inequidad en la vacunación entre los países ricos y pobres, porque esa, es parte de nuestra realidad. No se puede ser indiferente y no “ver” que la mayoría de las personas no están bien, que no tienen alimentación, que no poseen agua corriente, ni tienen un lugar donde desarrollarse en el mundo, y que no tienen cubiertas sus necesidades mínimas. Estoy convencido que si el mundo, hoy en día, está tan mal es consecuencia de que el ser humano se ha alejado de Dios. Si todos los creyentes pusiésemos en práctica lo enseñado por Dios, el mundo en el que vivimos sería distinto. Porque la mayoría del mundo es creyente, ¿no?
Si las enfermedades virales son consecuencia de la pobreza, será quizás que los gobernantes mundiales, no tienen una visión humanizadora para sus gobernados. Nos hace falta (como sociedad y como personas) actuar más como el mismo Dios actuaría en nuestro lugar: ser serviciales, misericordiosos, perdonar siempre, y dar siempre sin esperar nada a cambio. Es fácil escuchar estas palabras, varias veces en nuestras vidas las hemos escuchado y hemos sentido empatía por ella, pero... ¿las practicamos en realidad?
El mundo cambiará, si nosotros realmente cambiamos. No de palabras, sino de acciones. Pidamos a Dios en este tiempo, que aumente nuestra fe, porque la vida no está hecha de cosas, sino de sentimientos. Se necesita mucha oración en este tiempo, por todos los indigentes que pasan situaciones desesperantes y por los jóvenes de hoy que aún no tienen ningún horizonte definido en sus vidas, para que Dios penetre en sus corazones y puedan mañana ser hombres de bien. ¡Qué nunca nos falte la oración y el agradecimiento al Señor!
Fernando Perfetti